sábado, 24 de diciembre de 2011

Saca la bota, María

Pues así reza parte de uno de los villancicos más cantados en estos días. Que, pensándolo bien, se pone uno a pensar en las letras de ciertos villancicos populares y, después de un minucioso análisis te das cuenta que alguno es para hacérselo mirar.

Pero, en fin, que puestos a felicitar unas navidades que no siento como fiesta ni como nada especial, he preferido hacerlo a través de mi espacio personal. Mi rinconcito donde a veces hago terapia sin tener que pagarle a ningún psiquiatra.

Y para ello me he ambientado. No, no me he vestido de Papá Noel, aunque tenga envergadura para ello, ni de niño Jesús, más que nada porque quedaría ridículo en pañales a mi edad. Me he ambientado poniéndome el disco de villancicos que ha sacado mi admirado Michael Bublé este año. Pero ni así.

Creí que el swing me ayudaría a que, al menos penetrara en mi una mínima gotita de ánimo navideño. Pero no hay forma.

No sé si es que cada año soy más escéptico, mas cínico, o que el tiempo tan estupendamente primaveral que estamos disfrutando en Málaga ayuda poco a sentir ese sentimiento. La cuestión es que me he despertado tarde, como mandan los cánones del fin de semana y me he dado cuenta que estoy más cerca del Mr. Scrooge del 'Cuento de Navidad' de Dickens que de cualquiera de las felicitaciones que he recibido con todo tipo de pompa, alegría y rín rín de los villancicos.

Acabamos de empezar, y aún queda tiempo para que, como en el maravilloso cuento de Dickens que siempre me traerá a la memoria a mi padre, el Mr. Scrooge que llevo dentro este año se transforme en el mismo que renace tras la visita de los tres fantasmas de la Navidad. Pero hoy por hoy... nada... si me pinchas, no sangro.

Lo más triste es que el tiempo, las preocupaciones y las prisas del día a día hace que ya ni siquiera eches de menos a los que te gustarían que siguieran contigo. Te acuerdas de ellos, sí, sobre todo del que siempre tanto disfrutaba de estas fechas, pero como ya has aceptado que ya no podrá ser, pues te acuerdas, y esbozas una mínima sonrisa al recordarlos, pero nada más.

Supongo que el no tener hijos ayuda a este escepticismo, porque los que realmente viven estas fiestas son los dos extremos: los niños, cuya inocencia (bendita inocencia), ayudada por una programación especial en la tele, y por unas vacaciones donde olvidan sus obligaciones disfrutan en estos días. Y los abuelos, que, quizá pensando en que ya no les quedan tantas navidades por pasar, se les cae la baba reuniendo a todos en sus mesas y contando eso de 'cuando yo era joven...'

Pero no. Yo, ni tengo hijos ni tengo abuelos. Sólo tengo un perro al que estos días le dan igual. Él, con poder dormir cómodo, estar encima mío cada vez que le apetece y que le ponga su comida ya es feliz. Es más, el año pasado le compré una comida un poco más especial por Navidad y ni la olió, porque esa no era su comida de siempre.

Así que solamente me queda una opción: 'Saca la bota, María, que me quiero emborrachar'.

Feliz Navidad a todos.

1 comentario:

  1. Pues nada, si por emborracharse es, aquí andamos, ayuda no te va a faltar...

    ResponderEliminar

Opina, pero no seas cruel.