sábado, 17 de septiembre de 2011

Cosas veredes (y en ocasiones, probares)

Ayer por la tarde, yendo de acompañante estuve en un centro comercial. Una gran cadena de hipermercados de nacionalidad francesa... que estuve en el Carrefour, vamos... y me acordé de que mi querida hermana Sandra me comentó que habían puesto a la venta unas patatas fritas moradas que estaban, mmmmmmmm, ¡¡¡buenísimas!!!

Yo, que soy bastante caprichosito y que, además me encanta probar nuevas guarrerías varias , fui raudo y veloz a buscarlas y, al ver las fotos donde en el paquete se muestran dichas patatas desconfié bastante del supuesto maravilloso sabor que mi hermana predicaba. Más que patatas me parecían pequeñas costras de heridas o granos secos... bastante asquerosillo, lo admito, pero esa fue la sensación que me produjeron esas fotos.

Sin embargo seguí adelante con la compra confiando en el gusto de mi hermana y confiando igualmente en que las fotografías del paquete no hacían justicia con el sabroso manjar que contenía la bolsa.

No quise esperar más, así que esa misma noche, al llegar a casa hice una cena en función de aquellas patatas, es decir, algo de picoteo para combinarlas.

Y en ese momento comenzó el desastre...

Efectivamente, las fotos del paquete no hacían justicia, porque el sabor fue aún peor del que se podía suponer al ver esas imágenes.

¡¡¡Saben a patatas fritas quemadas y, ademas, sosas!!!

Buscas información por Internet y encuentras cosas como: " No parecen lo que son: patatas chips de un atractivo color violeta. Simulan pétalos de flores... pero su sabor es totalmente a patata, saladita, crujiente, deliciosa."

Efectivamente, no parecen lo que son, porque donde unos ven " patatas chips de un atractivo color violeta. Simulan pétalos de flores", yo veo patatas negras que simulan eso mismo, patatas negras de haberse quemado.

Y donde unos aprecian "sabor totalmente a patata, saladita, crujiente, deliciosa", yo degusto un sabor a patata, sí, pero quemada, sin sal, amarga... eso sí, crujientes sí que lo son, seamos justos.

Así que después de malgastar 1,70 € (encima son caras), llego a dos conclusiones:

- Que a mi hermana Sandra, Dios le conserve la vista, porque el gusto es para mirárselo.

- Que estos del Carrefour, una de estas tres opciones: o son unos cachondos, o tienen un maravilloso equipo de marketing que son capaces de vender como delicatessen las patatas que se les queman o tienen el gusto donde la espalda pierde su casto nombre.

Aún así, me conozco y cuando vea alguna otra guarrería al alcance de mi malherido bolsillo, iré rápido a probarlo a sabiendas que, quien con fuego juega, al final se quema. Y, hacedme caso, de eso sé un poco, y no sólo por el quemado de estas patatas.