lunes, 10 de octubre de 2011

La percha de las 'guantás'

Tengo muy buenos amigos en Cataluña. Concretamente en Barcelona, ciudad de la que me declaro locamente enamorado.

Gente estupenda, con una nobleza, un sentido del humor y una concepción de la amistad que pocas veces he percibido.

Siempre que he ido a visitarlos me han tratado con un cariño, una dedicación y una atención exquisitas.

Mi amigo Ignasi, sus hermanas, Marta y Pili, mi Asun de mi vida, su marido Alfredo, y mi amigo Jose  con el que menos contacto tengo pero que las poquitas veces que lo he visto me ha llenado de cariño y de muchas risas.

 Por otro lado, para que se entienda bien el motivo de esta entrada en el blog, tengo que decir que, los que me conocen saben que soy una persona moderada. Me alejo de los extremos porque me dan pavor, y de política no entiendo.

Y menos aún entiendo de nacionalismos. No sé qué debe sentirse para declararse de tal o cual país, región, religión, incluso hasta de equipo de fútbol. Quizá porque creo que los problemas reales están en otras cuestiones.

Considero que soy español porque mis padres lo eran también y, porque, por circunstancias me tocó nacer en una porción de tierra que oficialmente se llama España, y que está, a su vez, subdividida en regiones y a mi me tocó nacer en una llamada Andalucía.

No entiendo de banderas, ni de fronteras. Creo en la gente, más concretamente en la buena gente, y me da igual si esa buena gente es de España, de Japón o de las Islas Feroe.

Al igual que detesto a la mala persona. Al que humilla, al que utiliza su poder para pasar por encima de todo, al que hace daño y, sobre todo al que habla sin saber… esos me ponen de los nervios.

Y por aquí va el tema en cuestión. Unimos esas tres cuestiones, mis lazos emocionales con Cataluña, mi completa ausencia de fe en los nacionalismos y mi rechazo al que habla sin conocimiento y sale el tema del que quiero escribir hoy.

Como dice un buen amigo, parece que los que hemos nacido en Andalucía somos últimamente “la percha de las guantás”, es decir, que somos los imbéciles de turno a los que atacar porque, según se considera en el noreste de España y más concretamente en esa tierra que tanto adoro, Cataluña, Andalucía es considerada como uno de los baluartes de España.


Declaraciones como las de Puigcercós, como las de Artur Mas y, en estos últimos días las de Durán i Lleida provocan que hasta un tipo moderado en estas cuestiones como yo diga que ya está bien. Que nos dejen en paz, que ya bastante tenemos con la imagen que el cine español ha dado durante años sobre los andaluces para que encima estos tipos vengan ahora a seguir calentando al personal por algo de lo que, como he dicho antes no tienen ni puta idea.

Pugicercós: en Andalucía no se pagan impuestos. No, claro, no se pagan. Lo de Hacienda, los recibos de impuestos de circulación, las aportaciones a la Seguridad Social, etc., esos son sólo folletos informativos que nos mandan a casa por si algún día queremos colaborar como si fuese el Domund.

Artur Mas: a los andaluces no se les entienden al hablar.  Pues no sé, porque siempre que he salido de Andalucía, e incluso cuando he salido de España a mi me han entendido perfectamente, y puedo asegurar que es difícil, porque vocalizar no es precisamente lo mío.

Cierto es que si nos metemos en la Andalucía profunda podemos encontrar especímenes a los que es realmente complicado entenderles por lo apretado de su forma de hablar, pero eso es algo que pasa en todas las regiones del país, porque os puedo asegurar que tratar de entender a un gallego que no ha salido de su aldea en toda su vida es realmente complicado. Lo mismo de un catalán de los pueblos del interior.

Durán i Lleida: (nótese que no he querido tocar los cojones porque estaba pensando en escribir Durán y Lérida) Los impuestos los paga el catalán para que el agricultor andaluz cobre el PER y se pase el día en el bar del pueblo. Porque haberlos, haylos, es cierto, pero afortunadamente no es la gran mayoría, y el resto curra. Pero además curra mucho de sol a sol, en campos duros de trabajar para ganar cuatro mierdas de céntimos.

Me parece bien, lógico, loable y, hasta recomendable que uno luche por lo suyo y por los suyos, pero no a toda costa. Deja en paz a tu vecino que bastantes problemas tiene ya para que encima nos vengas con llantos desde la comodidad de tu poltrona y de tu cuenta millonaria de sueldo de político. Sueldo que no quieres perder (otro tipo de subsidio) y que intentas mantener calentando al personal poniéndolos en contra de los demás para, quizá tapar las muchas carencias que tú tienes en tu propia casa.

No me voy a meter en que si ellos hacen, no hacen, o dejan de hacer. No es mi estilo, entre otras cosas porque veo estúpido e infantil aquello de “pues anda que tú…”

Y el que quiera ver en este artículo un ataque a Cataluña y a los catalanes va por mal camino además de no haber entendido un pijo de nada de lo que acabo de escribir, porque repito: me da igual que el imbécil sea de Cataluña, de Cantabria o de donde sea. El imbécil, nace imbécil, crece imbécil y muere imbécil. Es lo malo de tener una tara de nacimiento, que la llevas contigo de por vida.


Mi amiga Asun se queja de que está harta de que siempre que sale de Cataluña siente que tiene que pedir disculpas por ser catalana. Y la entiendo, porque con estas declaraciones que estamos sufriendo últimamente por parte de una minoría política catalana vamos a ser también nosotros, los andaluces lo que tengamos que ir pidiendo perdón por ser andaluces.

Y después de pedir perdón contaremos un chiste, para completar el pack de tópicos.

He dicho.