Puffffff, ¡¡qué año, Dios del amor hermoso!!
¿Cómo lo defino? La verdad, ni puta idea…
Negro…gris…blanco…radiante. Todos esos matices han cabido en
orden cronológico en los últimos 365 días de mi vida.
Y es que no ha sido para menos. Desde los primeros seis
meses en los que mis días eran un terremoto emocional, pasando por un verano
estupendo pero con secuelas de la etapa anterior, yendo hacia un otoño
esperanzador y hasta llegar a un final de año maravilloso en lo personal.
¿Lo mejor del año? Pues que lo bueno que ya había sigue
estando, y lo malo se fue (al carajo y más allá). Me lo quité de enmedio y,
aunque costó trabajito es lo mejor que he hecho en el 2013.
Mi familia sigue estando. Mis viejos amigos, los de siempre,
siguen estando. Mi niño, Golfo está tan guapo y tan tonto como siempre y, para
rematar la faena, han llegado nuevos miembros a mi círculo más íntimo, y
miembros de una calidad humana que son un lujo.
No he parado de repetir que soy una persona afortunada
porque, aún en la peor etapa del año siempre he tenido la oportunidad de
levantar el teléfono y tener alguien al otro lado dispuesto a escucharme y
soportarme. Y os aseguro que más de uno y más de una se merecen una medalla al
mérito personal por el tostón que les he dado.
Y me siento afortunado porque mi familia, aún viéndome
actuar fuera de mi, desquiciado y de forma inmadura, han seguido estando y han
seguido teniéndome una infinita paciencia que no estoy seguro si realmente merezco.
De forma casual llegué a una pareja, mi Cris de mi vida y
mis entretelas y David, que me invitaron a formar parte de una serie de planes
ilusionantes a los que quise unir a otra de las maravillosas nuevas
adquisiciones de mi segunda etapa del año: Virginia.
Juntos los cuatro hemos reído como hacía tiempo no lo hacía.
Juntos los cuatro hemos pasado momentos inolvidables, viajes preciosos, litros
de vino y alcohol e ingestas de una cantidad indecente de comida, y todo eso
enriquecido con un pequeño terremoto llamado Paula. Un vendaval de tan sólo dos
años, hija de Virginia, que enamora allí por donde pasa y que ha hecho renacer
en mi una serie de sentimientos que perdí en el momento en el que mis adorados
cuatro sobrinos se hicieron mayores.
Y en octubre, vuelta al cole. Retomé los estudios. Me matriculé en un módulo de grado superior
de nombre rimbombante: Técnico superior en administración de sistemas
informáticos en red.
Y eso ya ha sido el remate… me lo estoy pasando pipa. Lo
estoy disfrutando muchísimo, porque, independientemente de que las materias me
apasionan, he tenido la suerte de formar parte de un grupo de compañeros de
clase estupendo, donde, salvo casos aislados vamos todos a una, colaborando
cada uno con lo que puede, y con una generosidad digna de mención
Y en ese grupo, un nombre propio: Nuria.
Me cayó muy mal al principio, lo cual era un buen
indicativo, porque soy tan jodidamente complicado a veces que las personas a
las que más quiero suelen caerme mal en una primera impresión. ¿Por qué? Forma
parte de mis inseguridades.
El caso es que, con el tiempo fui descubriendo detalles que
me hicieron cambiar esa primera percepción. Hasta que un día, un error fruto de
una mala interpretación desencadenó un gesto de ella hacia mi que me hizo
sospechar que tenía enfrente alguien que podría merecer mucho la pena, como
realmente he ido descubriendo con el tiempo.
Hoy, Nuria es alguien imprescindible en mi vida. Alguien con
quien puedo contar, alguien que me hace reir, alguien en quien confiar, un
ejemplo de esfuerzo y constancia, una persona de la que aprender, alguien con
quien compartir y alguien con quien ‘siempre’.
Los veteranos… Isa con sus valores y su madurez, Sergio
siempre ambiguo y siempre caballero,
Andrés con su rectitud y su tremenda generosidad, mi Asun de mi vida en la cúspide
aunque sólo sea por antiguedad, Rocío a su manera estando ahí, mi grupo de
vecinos que tanta paciencia me han tenido con abrazos y besos siempre
dispuestos, la vuelta de Almudena con su alma siempre por delante, Ale y su
tremenda inteligencia…que han estado y
siguen estando.
Cris con su carcajada perenne y su dulzura escondida que
entrega a quien ella elige, David y su moderación exquisita repleta de autenticidad, Virginia y su candidez
aparente que disfraza una personalidad de mucha fuerza con una inteligente
mezcla de dulzura, Paula y su eterna sonrisa y amor a manos llenas, Nuria… mi
ojito derecho y mi debilidad…, que han llegado nuevos y a los que me quedan muchos años por
disfrutar y de los que seguiré aprendiendo día a día.
Por supuesto, mis hermanas, mis cuñados, mis sobrinos y mi tía
Chari. Los que siempre están. Da igual que me comporte como un auténtico
gilipollas, que ellos jamás fallan.
Y el de los pelos: Golfo, mi mejor compañía, el amor
incondicional.
Este nuevo año promete ser apasionante, pero os pido un
favor: seguid estando, porque para que se cumplan las expectativas os necesito
cerquita… a todos, sin excepción.
FELIZ 2014.