jueves, 2 de enero de 2014

... aún a sabiendas de que no llegaría al fin deseado...

Me encanta la vida, por muy dura, o muy durísima que resulte a veces. Y me encanta porque está llena de esquinas, recovecos en los cuales se te pueden aparecer en cualquier momento situaciones y sensaciones inesperadas.

Hace tiempo que no disfruto de las navidades como lo hacía de niño. Supongo que como nos pasa a todos a medida que vamos creciendo, sobre todo como en mi caso, que no hay hijos de por medio.
Sin embargo, éstas navidades ha habido una vuelta de la esquina inesperada que ha hecho que sea una de las navidades más bonitas que podré recordar en años.

En este tiempo han ocurrido cosas, momentos, situaciones, risas, ilusiones, sueños y miles de palabras compartidas que, aún a sabiendas de que no llegaría al fin deseado, he podido disfrutar como hacía muchísimo tiempo que no lo hacía.

Y ha llegado así, sin querer, aunque quizá inconscientemente queriendo, y eso ha sido lo más bonito de todo; que ha sido algo que ha ido llegando poco a poco, casi sin notarlo, hasta que una mañana te despiertas y te das cuenta de que no hay vuelta atrás. Todos esos sentimientos, todas esas ganas, todas esas ilusiones te han invadido de la cabeza a los pies… aún a sabiendas de que no llegaría al fin deseado.

Pero ahí estaban. Listas para ser vividas, para ser disfrutadas y saboreadas como he hecho desde el principio hasta el final.

Porque ha habido un final. El esperado. Un final lógico y respetado. Un final que ya conocía. Pero, como en las buenas películas, aunque sepas el final te estremeces, te emocionas, te sorprendes con cada uno de los minutos que dura.

Porque, a pesar de todo, habiendo un final, realmente no lo ha habido, porque la vuelta de la esquina sigue estando ahí, exactamente en el mismo sitio donde la encontré.


Y sé que seguirá. Y yo lo disfrutaré porque hace ya muchos años decidí que hay lujos que uno no se puede permitir perder… aún a sabiendas de que no llegaría al fin deseado… pero sí un fin por el que merece la pena echar marcha atrás, volver al estado inicial y seguir riendo, sintiendo, compartiendo y apreciando todo aquello que una vuelta de la esquina te puede ofrecer.