jueves, 14 de agosto de 2014

¿Estás bien?



“Sí amigos, hay que estar en el agujero para salir del agujero, hay que vivirlo todo, pero hasta el fondo, a tope; aunque a veces duela, en la salud y en la enfermedad, todos los días de tu puta vida, para que cuando te llegue el momento, puedas gritar a boca llena: sí, amigos, yo he vivido.”

Así termina ‘The Hole’ uno de los espectáculos más completos y más divertidos que he visto sobre un escenario, cuyo mensaje vital del final hace que uno salga del teatro con las pilas puestas.

Pero sobre todo me quedo con el principio del final… “Sí amigos, hay que estar en el agujero para salir del agujero…” Porque realmente y desgraciadamente es así. Uno no sabe apreciar bien las cosas si no ha sufrido antes la carencia de las mismas. Ya sean carencias afectivas, familiares, económicas, o de cualquier otro tipo, y como me han dicho en más de una ocasión, es necesario tocar fondo para poder impulsarte hacia arriba y comenzar a salir.

Y es en esos momentos en los que estas en el agujero cuando te das cuenta de muchas cosas. Te das cuenta de que los grandes problemas que a veces nos derrumban no son más que tonterías solucionables con un poco de comunicación. Que es importante tener la cabeza alta, no por orgullo, sino para poder tener una visión más completa de todo aquello que se te pueda presentar en cualquier momento, porque, como dije en otra ocasión, hay vueltas de esquina inesperadas que pueden hacer que tu vida cambie al menos en alguno de sus aspectos, y ese cambio ayudará a mantenerte con fuerzas para afrontar el resto de problemas.

Y, por supuesto, vivir la vida a tope. Vivir con intensidad todo lo positivo que se te presente, porque, más tarde o más temprano tendrá un final, aunque ese final no será más que el principio de una nueva experiencia.

Pero, como todo en la vida, hay momentos y momentos. Y en uno de esos “momentos” estoy yo ahora. En un vaivén de emociones, ilusiones y muchos temores.

Pero no os daréis cuenta. Solo aquellas personas que más me conocéis y que siempre están dispuestas a un “¿estás bien?” son las que se enteran de si lo estoy o no.

Y no es que me preocupe que se den cuenta de si lo estoy o no. Ni soy de los orgullosos que dicen siempre que están bien porque “a mi nadie me va a ver mal”. Coño, si estoy mal, lo estoy, no me avergüenzo de ello. Eso sí, cuando me veas, me verás sonreir y me verás fuerte, porque un día aprendí de alguien muy sabio que todos tenemos problemas, pero “yo siempre te recibo con una sonrisa”. Y me verás seguro de mi mismo aunque por dentro me esté muriendo y, sobre todo cuando esa seguridad es ficticia.

Pero hay algunas personas que sólo se quedan con esa actitud ficticia de que todo me da igual y que no hay problema alguno, y ni siquiera se molestan en escarbar un poco… sólo un poco para intentar ir más allá, y te echan en cara que te das una vidorra estupenda y que ellos de mayor quieren ser como tú.

Y, además se basan en dos fotografías en las que apareces sonriente en Facebook. “¡Joder, cómo vive éste! ¡Qué bien se lo pasa!” Nada, a partir de ahora hare dos cosas, o bien no cuelgo más fotos mías en Facebook, o salgo llorando para que todos vean lo desgraciadito que soy. Porque está claro que el que no llora, no mama. Pero, ¿qué queréis que os diga? Prefiero mamar menos y mantener mi dignidad intacta. Y para eso, no me hago la víctima, ni miento para dar lástima ni ejemplo.

El año tiene muchos días, muchas horas, muchos momentos, y si me estás demostrando que me juzgas por dos fotografías, me demuestras también dos cosas: que te importo una mierda, o que eres más simple que el mecanismo de un chupete.

Además… no juzgues si no quieres ser juzgado…

Por eso, prefiero quedarme callado si alguien osa juzgarme porque no merece la pena abrir la boca frente a los que hacen juicios de valor por lo que ven en una simple primera mirada, sin ni siquiera tener el mínimo interés de una pregunta tan sencilla como un “¿estás bien?”.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Hasta mediados de septiembre.

Se supone que hoy es un día para estar contento, y de alguna manera lo estoy porque éste último mes de curso ha sido agotador y he podido sacarlo a trancas y barrancas con un cansancio que apenas me dejaba estudiar.

Y se supone que debo estar contento como lo están los niños que ven cercano el fin de curso para vivir cada uno a su manera un verano esperado en el que se pasarán dos meses y medio jugando con los amigos y sin obligaciones de estudios (algunos) y de madrugar.

Sin embargo no lo estoy del todo, porque, tras unos años difíciles, el entrar a estudiar me ha dado una vida que no imaginé. Tanto que, al comenzar el curso mi amigo Juan me preguntó si haría amigos entre mis compañeros de clase y le contesté que probablemente no, porque los veía muy diferentes a mi… gran cagada…

Quizá ahora no, pero estoy seguro de que a medida que pasen los días echaré de menos el ir a clase, el reirme con mis compañeros y los profesores, el protestar entre nosotros por lo duro de uno, o lo duro de otro.

Echaré de menos tener que acudir a Juanjo, nuestro gurú informático siempre dispuesto a echarte una mano con amabilidad para que me aclare dudas que la mayoría de las veces más que dudas son desconocimientos totales.

Echaré de menos las ocurrencias de Antonio que siempre me mira buscando mi complicidad, o las graciosísimas salidas de tono de Alberto que empezó tímido pero ha acabado soltándose la melena.

Echaré de menos a las clases de ISO (Implantación de Sistemas Operativos) para ver cuánto aguanta Rafa (alias “Farruguito”…si, con G de farragoso) sin echar la bronca a Joaquín que cada clase se esmera en tocarle las pelotas más pendiente de su ordenador que de las tediosísimas explicaciones del profesor. Igual que echaré de menos las constantes carcajadas de Guillermo en las clases de FOL (Formación y Orientación Laboral… o más bien, “Aprenda Derecho Laboral en tan solo 6 meses”) con ‘La Señora’ Esther, eso sí, siempre según el Estatuto de los Trabajadores.

Echaré de menos… o, no tanto… a Carlos y esas incomprensibles clases de FHA (Fundamentos de Hardware) sacando números, buses, celdas, frecuencias, slots, y como diría alguna que yo me sé “pikiwikis” en general pero de los que no tenemos que preocuparnos porque ‘¡¡ésto está chupao!!’ Y del que no tenemos dudas sobre qué va a preguntar en el examen porque siempre lo pregunta todo…absolutamente todo…

Y, por supuesto echaré de menos a Francisco, el que ha sido para mi el mejor y más justo profesor que hemos tenido. Profesor de PAR (Planificación y Administración de Redes), el cual empezó pareciéndome un prepotente, pero que con el paso de los meses se ha convertido en alguien al que tengo gran aprecio personal, y eso que no se ha cortado un pelo cuando ha tenido que dejarme en evidencia si ha hecho falta, y siempre admito que ha sido merecido por mi parte.

¿Y qué os digo de mi círculo más personal? Curiosamente todas féminas, uno sabe cuidarse y para ello elige bien de quien rodearse: Fanny, unos días pasota, otros días ufffff…., otros días feliz, otros días chofff, otros días peleada con el mundo, y siempre con grandes maneras de monologuista y su definido estilo personal combinando maquillaje y ropa.

Ana, con ese aspecto dulce y que nunca ha roto un plato, con un corazón enorme, pero con sentencias que dejaría a cualquiera con la moral por los suelos. Y quizá sea eso lo que sorprenda más, que nadie espera que una chica con aspecto tan indefenso sea capaz de sentenciar de la forma que lo hace. Sin hablar de su….vamos a llamarlo… curiosa forma de contestar los mensajes de WhatsApp, porque lo mismo te contesta enseguida, que igual tarda 24 horas en contestarte, o lo hace a las 3 de la mañana.

Y Nuria, de la que ya he hablado. Sin duda mi mejor adquisición del curso. Alguien a quien quiero muchísimo, con la que he compartido ratos muy divertidos, algunos a mi costa (sí, últimamente estás siendo más buena) y que me ha enseñado el valor del esfuerzo, de la constancia y a creer más en mi.

Alguien a quien admiro profundamente por su capacidad de sacrificio y por su capacidad de trabajo y superación, y todo con la humildad de quien no se guarda todo para ella, sino que lo comparte sin condiciones, ayudando a todo el que se lo pide, le caiga mejor o peor, y gracias a ella he podido sacar adelante muchas cosas, sobre todo de números que, si no es por ella, no habría superado.

En definitiva, una amiga de las de verdad, y por muchos años…

Como habéis podido ver, he tenido la enorme suerte de caer dentro de un grupo humano de altísima calidad, donde todos nos ayudamos dentro de nuestras posibilidades y donde no hay ni rencores, ni falsedades, y si las hay se les aparta, porque todos sabemos que un grupo así es un lujo que hay que cuidar.

Y….sí… estoy triste porque hoy se acaba todo eso, pero se acaba tan sólo una tercera parte, porque son tres cursos los que vamos a estar juntos y hemos alcanzado únicamente el primero.

Solamente quedan unos meses para volver a reunirnos, y con la amistad que se ha ido fraguando en éste primer curso juntos, el volver a vernos tantos meses después será motivo de alegría para todos y estoy convencido de que será con la sensación de que tan sólo han pasado unos días.


Como ya dije en su momento, ha sido una vuelta de la esquina maravillosa, que se ha ido tornando en una avenida preciosa de la que no quiero salir nunca, porque para eso pactamos Always.

martes, 25 de febrero de 2014

Microcuento.

Apareció una tarde, como todas las tardes de lunes a viernes.
Muy sonriente dijo: "¿Qué tal don Pedro?"
Y ahí me perdí...

jueves, 2 de enero de 2014

... aún a sabiendas de que no llegaría al fin deseado...

Me encanta la vida, por muy dura, o muy durísima que resulte a veces. Y me encanta porque está llena de esquinas, recovecos en los cuales se te pueden aparecer en cualquier momento situaciones y sensaciones inesperadas.

Hace tiempo que no disfruto de las navidades como lo hacía de niño. Supongo que como nos pasa a todos a medida que vamos creciendo, sobre todo como en mi caso, que no hay hijos de por medio.
Sin embargo, éstas navidades ha habido una vuelta de la esquina inesperada que ha hecho que sea una de las navidades más bonitas que podré recordar en años.

En este tiempo han ocurrido cosas, momentos, situaciones, risas, ilusiones, sueños y miles de palabras compartidas que, aún a sabiendas de que no llegaría al fin deseado, he podido disfrutar como hacía muchísimo tiempo que no lo hacía.

Y ha llegado así, sin querer, aunque quizá inconscientemente queriendo, y eso ha sido lo más bonito de todo; que ha sido algo que ha ido llegando poco a poco, casi sin notarlo, hasta que una mañana te despiertas y te das cuenta de que no hay vuelta atrás. Todos esos sentimientos, todas esas ganas, todas esas ilusiones te han invadido de la cabeza a los pies… aún a sabiendas de que no llegaría al fin deseado.

Pero ahí estaban. Listas para ser vividas, para ser disfrutadas y saboreadas como he hecho desde el principio hasta el final.

Porque ha habido un final. El esperado. Un final lógico y respetado. Un final que ya conocía. Pero, como en las buenas películas, aunque sepas el final te estremeces, te emocionas, te sorprendes con cada uno de los minutos que dura.

Porque, a pesar de todo, habiendo un final, realmente no lo ha habido, porque la vuelta de la esquina sigue estando ahí, exactamente en el mismo sitio donde la encontré.


Y sé que seguirá. Y yo lo disfrutaré porque hace ya muchos años decidí que hay lujos que uno no se puede permitir perder… aún a sabiendas de que no llegaría al fin deseado… pero sí un fin por el que merece la pena echar marcha atrás, volver al estado inicial y seguir riendo, sintiendo, compartiendo y apreciando todo aquello que una vuelta de la esquina te puede ofrecer.