lunes, 19 de abril de 2021

FIN DE CICLO

 Hace tanto tiempo que no paso por aquí que no sé cómo empezar esto. Aunque lo que sí sé es que este post será el último que publicaré desde este espacio que tanto supuso para mi años atrás. Espacio que he tratado de revivir en varias ocasiones fracasando en el intento a veces por falta de motivación y otras por ausencia de constancia.


He intentado revivirlo enfocándolo en varios temas diferentes, y en este momento comienzo un nuevo proyecto más serio y con una implicación mayor y más personal aún si cabe. Y he pensado integrar este nuevo proyecto aquí, pero he abandonado esa idea por varios motivos: el primero es porque el tema que voy a tratar tiene el suficiente peso e importancia como para ser tratado de forma independiente. En segundo lugar, le quiero dar un lugar merecido, con más presencia gráfica y su propio dominio. Y, por último, este era ya un lugar con demasiados temas muy diferentes mezclados y no me apetecía aportarle un tema más que se perdiera entre los que ya existen.


Estaréis pensando en qué narices se habrá metido el tío este ahora. Yo lo pensaría. Pues no os lo voy a decir porque, como en las buenas campañas de marketing, solo hay que enseñar la puntita para generar el interés. Así que solamente os diré que recientemente ha ocurrido algo en mi vida que la ha puesto patas arriba. Un acontecimiento que le ha dado a mi vida una vuelta como si de un calcetín se tratara (o un calzoncillo con más de tres días de uso).


Y quiero documentar ese proceso en el que he entrado, pero con un aspecto más formal aunque sin abandonar la esencia de lo que escribo, es decir, lleno de ironía y sarcasmo y, como os he comentado antes, dándole un espacio exclusivo, porque así lo merece.


Así que toca despedirse... Millones de gracias a todos los que me jaleabais cada vez que publicaba algo nuevo. Siempre, a pesar de los constantes abandonos me habéis apoyado y en más de una ocasión me hicisteis sentir muy bien con vuestros piropos en cada una de mis entradas.


Hubo todo tipo de momentos en este lugar que comenzó en 2011 , desde historias absurdas y sin sentido, hasta mis desvaríos con mis inicios en la fotografía pasando por comentarios sobre música. Aunque la etapa más intensa y a la que más cariño le tengo fue en 2013-2014, momento en el que, debido a una situación personal especial este sitio me sirvió como terapia.


El blog no desaparecerá. Si a alguien la apetece pasarse por aquí, seguirá existiendo como recuerdo de unos años vividos y será para mi un lugar en el que recordar qué pasó y cómo me sentía en cada momento. Pero sí dejaré de actualizarlo (tampoco lo hacía antes, así que no cambia mucho). 


En este punto, lo único que me queda es despedirme, agradeciéndoos de nuevo a todos los que me leísteis el hacer caso a un tarado que un día imaginó que sus defecaciones mentales (mierdas, por si no lo pilláis) interesarían a alguien.

Ha sido un placer.

miércoles, 8 de abril de 2020

De pandemias y coronavirus


No sé cuánto tiempo llevo pensando en escribir esto pero, a pesar de tener todo el tiempo disponible durante semanas debido al estado de alerta en el que nos encontramos, se me ha hecho difícil ya que, antes de escribir algo me hago un esquema para no dejarme en el tintero nada de lo que quiero decir. Pero era tal la confusión y se me agolpaban tantas ideas y sensaciones que era imposible de ordenar.

Y no creáis que en estos momentos lo tengo más claro. Sigo con el barullo mental, pero algún día tenía que hacerlo, así que no sé cómo saldrá. Allá vamos…

Es todo un shock. Es todo muy extraño, porque sé que estamos luchando contra algo, pero no lo vemos. No vemos por dónde nos puede caer la hostia. Y, aunque pongas todas las medidas y tomes todas las precauciones, no sabes si realmente estás cubierto, a salvo, así que lo que te queda es pensar que tú estás poniendo todo de tu parte, pero siempre con la sensación de que en cualquier momento te puede tocar.

Ya han pasado varias semanas, y lo tengo asumido, pero al principio era todo muy extraño. Cada día, al despertar pensaba… ”¡¡hostias, que estamos en esta situación!!”. Y lo más absurdo es que al ver una película o una serie, si algún personaje decía de ir a algún sitio, yo pensaba…”¡¡pero si no se puede salir!!”. Soy así de obediente…

Y ese es uno de los problemas que más temo. Que ya lo tenemos tan asumido, que se puede bajar la guardia. Lo excepcional de quedarse en casa todo el día y todos los días se ha normalizado y podemos caer en la relajación ante las medidas de higiene, que son fundamentales.

Pero todo esto es una locura. Siempre hemos pensado en pandemias como algo de la Edad Media, o de siglos atrás. Jamás pensábamos que algo así podría ocurrir. Al menos no en países llamados del primer mundo. Pero si algo ha hecho este “bicho” ha sido ponernos a los humanos en nuestro sitio.

Nos creíamos poderosos. Nos creíamos invencibles ante este tipo de sucesos, y un simple virus, algo que no se puede ver con nuestros ojos, nos ha puesto en jaque a todo el mundo. Pero, además, así, literal, a todo el mundo. Y este bicho no distingue a nadie. Podemos caer cualquiera, y da igual lo rico o pobre que seas. Da igual lo poderoso que seas. Da igual que vengas de una familia con linaje o que te hayas hecho a ti mismo. Da igual que te hayas preocupado por cuidarte toda tu vida o que no lo hagas. Da igual quien seas y de dónde vengas. Si te toca, te tocó.

En mi caso, trato de cuidarme todo lo que puedo. Soy persona de riesgo, y eso lo tengo muy presente en todo momento, así que tomo todas las medidas habidas y por haber para evitar el contagio. El problema es que, si antes tenías un día con dolor de cabeza y no era más que eso, un simple dolor de cabeza, ahora no se puede evitar el temor de que ese dolor de cabeza sea producto de algo más

El hecho de estar metido en casa tantos días se hace complicado, pero siempre intento estar entretenido. Hago fotos en casa. Estoy pendiente de las noticias. Intento informarme y contrastar para no caer en los bulos. Huyo del alarmismo y las histerias. Por supuesto estoy bien abastecido de series y películas, he retomado la cocina que la tenía algo olvidada, y alguna que otra tarde me abandono a dejar pasar la tarde jugando a videojuegos

Aunque no me puedo quejar, porque tengo la suerte de vivir en un sitio muy tranquilo donde un día normal hay poca gente, y es una casa, no un piso. Eso me permite salir a la calle con facilidad, aunque sea para estar unos minutos a dos metros de la entrada de mi casa. Y, por supuesto, paseos con el perro, aunque sean más cortos de lo habitual.

Sobre política y sobre cómo se ha llevado esta situación en España no voy a entrar. Me aburren ya las peleas políticas. Me aburre el “si no estás conmigo, estás contra mi” que define a este país. ¿Qué se podría haber hecho mejor? Sin duda, pero a todos esos que despotrican desde la comodidad de sus casas me gustaría pedirles menos críticas y más soluciones. Porque me parece lícito que tengas una actitud crítica, pero aporta tú una solución. No me vale que protestes diciendo que se ha hecho mal. Dime qué harías tú. Aporta soluciones si crees que no se hacen bien las cosas.

Y sobre la postura de la oposición…en eso sí que no me quiero meter porque me arden las entrañas. Sólo diré algo: hay que ser muy inhumano, muy hijo de puta y tener el alma muy negra para crear bulos y jugar con las desgracias de las personas para conseguir rédito político. Menos banderas y más arrimar el hombro.

Arrimar el hombro como lo están haciendo los profesionales de la sanidad (sanidad pública SIEMPRE!!) jugándose su propia salud, renunciando a sus descansos y sus vacaciones, doblando turno, y dejándose el alma con escasísimos medios para sacar adelante lo que la clase política no ha tenido huevos de sacar. Y cuando hablo de clase política no me vengáis con unos u otros. Me refiero a toda la clase política, me da igual el signo y el color.

Y hago extensivo ese agradecimiento a los trabajadores de los supermercados, de los kioskos, de los estancos, a los transportistas, policía, fuerzas armadas, etc. A todos aquellos que nos hacen la vida más fácil exponiéndose a diario para que al resto no nos falte de nada. A todos ellos, nunca os lo podremos agradecer del todo.

Y ¿los bancos? Y, ¿la iglesia? Y, ¿el Rey? Ni se les ve. Y no podremos esperar nada de ellos nunca, porque no somos el poder, y ellos siempre están de ese lado, el del poder. Aunque, si algo se ha demostrado con esta desgracia mundial es que el poder real está y estará siempre en el pueblo.

Todo el mundo, los paisanitos de a pie, nos hemos movilizado para ayudar en lo que haga falta. Dando ánimos, información, estando pendientes de los nuestros, ponernos a disposición de los mayores de nuestras comunidades para ayudarles en las compras, haciendo mascarillas, poniendo a disposición de los sanitarios las impresoras 3D para fabricar pantallas que les protejan todo lo que se pueda, etc. Yendo todos a una, mientras a la vez cada uno lidia con sus propias preocupaciones y las de sus familias.

Y me gustaría creer que todo esto que está pasando cambie nuestras vidas y que deje de ser tal y como las hemos vivido hasta ahora y darnos cuenta de que la fuerza de todos juntos es imparable. Pero me temo que no será así. Esto pasará, y cuando todo pase, volveremos a intentar salir adelante como buenamente podamos sin tener en cuenta al prójimo.

Pero al menos nos quedarán enseñanzas. La primera será que lo material tiene la importancia indispensable, porque algo tan frágil como un bicho que ni somos capaces de ver puede mandarnos a todos al carajo. Y, la segunda es, que si nos tocan los cojones, actuamos juntos. No todos, pero sí la mayoría.

lunes, 30 de marzo de 2020

Carmelo


Carmelo deja pasar las horas y los días sentado en una esquina entre la Plaza de la Constitución y calle Granada Y en su regazo, Nika, su perrita, que permanece tumbada en sus rodillas, bien cubierta por una mantita y el abrigo de Carmelo para que no pase frío, viendo pasar cantidades ingentes de personas, la mayoría con prisas y algunos con la calma del turista que con su mirada desglosa cada rincón de una ciudad muchas veces desconocida por el propio malagueño acostumbrado a no ver más allá de lo que ve a diario.


Y allí permanecen los dos, Carmelo siempre educado y encantador con las muchas personas que se paran a hablar con él, y Nika en su calma hasta que aparece una paloma, que la activa, sube sus pequeñas orejas y se pone en posición de alerta.

He pasado por su lado muchísimas veces, cientos de veces, y siempre me ha llamado la atención su presencia que asoma un pasado interesante. Porque Carmelo no es un indigente. Al menos no es lo que los que hemos tenido más suerte creemos que es un indigente. En su gesto no se observa pasado de alcoholemia, ni de vicio alguno. Por eso siempre quise hablar con él, porque siempre me pareció que su historia sería interesante de conocer.

Pero nunca me atreví porque me daba miedo incomodar y, porque supongo que no seré el primero ni el último en preguntarle qué pasó en su vida. Hasta que un día, con la excusa de acariciar a Nika, me atreví a acercarme y confirmé lo que imaginaba. Hablé con él unos minutos y en su capacidad de expresión y la forma de dirigirse a mi corroboré que Carmelo guardaba dentro de sí experiencias dignas de ser conocidas.

Me hablaba apasionadamente de gobiernos, de actitudes de las personas, de la gestión de los sentimientos, porque sin conocerme de nada observó tristeza en mi expresión. Y no se equivocaba… Y por ello, comenzó a hablarme del hipotálamo. De las reacciones químicas que, desde ese pequeño espacio de nuestro cuerpo se producían y nos hace sentirnos como nos sentimos. Y me animaba a realizar actividades de distracción aconsejándome que siempre las acompañara de música para así generar endorfinas que me cambiaran mi estado de ánimo. Y, sin saber quién era yo, se preocupó por mi.

Me contó su historia. Una historia que, más tarde, una mujer que pasaba por allí y que lo conoce de hace unos años me confirmó que era cierta. Una historia de amor, ya que su situación actual se debe a una terrible enfermedad que sufrió su mujer y que él trató de combatir vendiendo todas sus pertenencias y dedicándose en exclusiva a ella. Aunque sin éxito porque, a pesar de su lucha, a pesar de gastarse todo su patrimonio en el tratamiento en los mejores centros que se podía permitir, su mujer murió y el quedó en la absoluta ruina y con una edad en la que el sistema capitalista que nos rige te desahucia como persona válida para trabajar y en la que los supuestos “amigos” te dan la espalda porque parece ser que ya dejas de ser productivo.

A pesar de toda esa terrible experiencia, Carmelo te habla con una serenidad que no llegas a comprender porque piensas que tú, en su misma situación estarías sumido en una profunda depresión y roído por la rabia en cada uno de los extremos de tu cuerpo. Sin embargo, él no. El tiene la serenidad de haber hecho todo y más de lo que podía. Vive con la serenidad de experimentar en primera persona el escaso valor de lo material, que en cualquier momento desaparece y de ser honesto consigo mismo, valor que no es tan fácil de conseguir.

Y ahora estoy preocupado. Estoy preocupado por dos motivos: el primero es que Carmelo vive de la caridad de los que por allí pasan a diario, y con el estado de alerta en el que nos encontramos, no podrá salir de su albergue, ni podrá recibir esa caridad que le hacía vivir el día a día.

Y, en segundo lugar, Carmelo sufre de silicosis, una enfermedad respiratoria crónica, y con su edad y el estado en el que vive, tengo miedo de no volver a verlo de nuevo sentado en su esquina cuando todo este momento tan extraño que estamos viviendo termine.

Así que, lo primero que haré cuando tengamos libertad de movimiento de nuevo será ir a esa esquina a verlo de nuevo. A verlo en su sitio de siempre, sentado, charlando con todo el que se le acerca y con su perrita Nika en su regazo, tranquila hasta que la presencia de una paloma cercana la alerte.

viernes, 20 de marzo de 2020

¿Por qué fotografía de calle?


Es una explicación sencilla. Cuando empecé a interesarme más intensamente por la fotografía practiqué con lo que tenía más a mano. Comencé a fotografiar lugares de Málaga, la ciudad donde vivo. Lugares típicos. Lugares que, por algún detalle me llamaba la atención. Y a la vez me formaba con decenas de tutoriales en youtube. 

El triángulo de exposición, el histograma, el uso de la luz, la hora azul, la hora dorada,  la profundidad de campo, las reglas de composición, el revelado digital… mil cosas que daban vueltas por mi cabeza hasta que un día, no sé muy bien por qué, todo eso se ordenó y empecé a entenderlo.

Y seguí un gran consejo, creo que el mejor de todos aquellos a los que yo veía en youtube: documéntate.  Una de las claves es ver mucha fotografía. Estudialas, intenta entender por qué tal o cuál fotógrafo hace esa foto. Por qué ese encuadre, por qué esa composición, qué intención busca.

Y en esas me encontré con la fotografía de calle. Con fotógrafos como Alex Webb, Vivian Maier, Cartier-Bresson, Robert Frank, Jota Barros, Alan Schaller, Rober Tomás… etc. Y ahí lo tuve claro. Yo quería eso. Yo quería salir mil veces por las mismas calles y encontrar y fotografiar momentos diferentes. Esperar en un punto a que algo pase. Anticiparme a lo que puede ocurrir para congelarlo y encontrar personajes que me llamen la atención por cualquier motivo y romper con la timidez para preguntarles si son tan amables de permitirme fotografiarles, y en otras ocasiones hacer un robado para que no se me vaya el momento justo que quiero captar. 

Y, como siempre pasa, a medida que vas haciendo, a medida que vas estudiando y observando, tu capacidad de percepción mejora, aumenta. Y ahora me encuentro en un punto en el que cada vez que salgo a la calle voy buscando fotos por todas partes, lleve mi cámara o no. Puede parecer obsesivo, pero es un disfrute, porque tomo notas mentales para en mi próxima salida fotográfica tratar de conseguir esa foto que me he imaginado (leyendo esta frase entiendo que cualquiera que lo lea me tome por loco). 

Porque la fotografía de paisaje está muy bien, es bonita, pero está siempre ahí. Sólo cambia por las estaciones del año. La fotografía de arquitectura o la monumental , pues sí... tiene su gracia, pero también está siempre ahí, es inamovible. Como mucho puedes jugar con la luz a diferentes horas del día, la composición y el encuadre. La fotografía macro es espectacular, al igual que la astrofotografía, pero, no sé... no me dice nada. Y la de retrato, me gusta, aunque no me apasione, porque prefiero gestos espontáneos a posturas estudiadas. Aunque tengo pendiente una sesión de retrato con una buena amiga para cuando el fucking coronavirus nos permita salir a la calle. 








Lo que encuentro apasionante de la fotografía de calle es el momento. Un momento que, por muy cotidiano que sea va a ocurrir en ese instante. Sólo en ese instante. Y volverá a ocurrir mil veces más, pero con otros protagonistas y de otra forma. Y todo eso tiene un halo poético en el que uno está retratando la vida. Los gestos y actos cotidianos que, por reiterativos y mecánicos, no le damos ninguna importancia.

Retratar a los personajes que día a día son nuestros compañeros de escenario. Un escenario que es el de siempre, pero que visto desde el punto fotográfico ofrece cientos de matices.

lunes, 8 de julio de 2019

Express yourself




‘Exprésate’. Así de sencillo. No hay más, ni se puede decir tampoco más en menos.

Esta es la primera foto de las que he ido eligiendo para ir publicando en este blog porque reúne muchas de las sensaciones y características que necesito a la hora de fotografiar.

Se trata de una leyenda situada en la desembocadura de la calle Tomás Heredia con la Alameda Principal, en Málaga, claro. En lo que ahora, con un tufo snob que echa para atrás han dado por llamar ‘El Soho’ cuando eso ha sido parte del centro histórico de toda la fucking vida. Todo sea por revitalizar esa zona del centro y llenarlo más aún de turistas que engordan las cuentas del sector servicios.

Es una foto sencilla, que no necesitó de retoques más allá de los habituales de brillo y contraste y está hecha con el móvil. Pero se trata de una foto que me trae muy buenos recuerdos porque con ella retomé de forma temporal mis publicaciones en Instagram y porque además me parece un mensaje que, aunque sea sencillo, tiene mucha fuerza. ‘Exprésate’. Una sola palabra que encierra muchas actitudes y mucha personalidad.

Siéntete libre de expresarte, de dar tu opinión y que no te importe lo que piensen los demás. Sé tú mismo/a y date el valor que mereces. Que nadie te pise ni te diga lo que tienes que hacer. Sé tú mismo/a con tus aciertos y tus errores…o, como me dijo alguien, con tus aciertos y tus aprendizajes.

martes, 2 de julio de 2019

Cómo empezó todo.


Si os cuento cómo empecé a aficionarme a la fotografía, es para pegarme. Porque os podría contar una bonita historia basada en mis estudios universitarios en Historia del Arte, es decir, el gusto por lo estético, por la belleza captada en el momento preciso y mil poesías más.

También os podría contar que en el cuarto año de carrera estudié una asignatura llamada ‘Medios icónicos de masas’ que se componía de historia de la fotografía e historia del cine y que aquella asignatura me inspiró… pero todo sería una mentira muy gorda, porque nada de eso fue así.
En aquellos años yo estaba enfrascado en la música y en tocar en los grupos en los que toqué, y la fotografía me era algo muy, muy ajeno.

La primera cámara que usé fue una Zeiss Ikon de carrete que tenía mi padre, con una funda de cuero o piel que era muy dura. Supongo que sería buena cámara porque mi padre siempre fue muy pijo para sus cosas y no se compraba cualquier tontería. Le gustaba tener lo mejor siempre (se lo podía permitir). Y esa cámara me la llevaba cuando me iba de viaje con el cole o con los amigos, pero de arte o de captación de momentos especiales, nada de nada. Ni por asomo.



Mi primera cámara fue una Agfamatic que me regalaron en mi comunión allá por el año 1981. Ese era el regalo estrella en esa época. Una cámara que se cargaba abriéndola y cerrándola de forma horizontal y cuyos carretes eran de un formato especial.



Y de ahí pasé a mi primera cámara digital. Una Canon Ixus de…¡¡alucina!!, ¡¡¡¡2,1 megapixeles!!!! La conseguí pagándola cómodamente por tener cuenta en el Banco de Andalucía. Y anda que no fardaba yo nada haciendo fotos mirando por el visor digital con los brazos separados del cuerpo. La gente se me quedaba mirando porque por esos años (principios del 2000) no todo el mundo tenía una cámara digital.




Pero la usaba para lo mismo, para hacer fotos de los amigos, de la familia… Inquietudes fotográficas, cero.

Entonces… ¿de dónde me viene la afición por la fotografía? Este es el momento en el que me podéis empezar a pegar, porque empezó cuando adquirí mi primer smartphone, un Huawey ascend g730 en el 2012, y cuando descubrí una aplicación de la que mucha gente hablaba que se llamaba ‘Instagram’.

Al abrir esa aplicación empecé a ver que había gente que hacía fotos muy chulas y, como soy un culo veo, culo quiero, yo también quería hacer eso. Así que empecé a fotografiar todo lo que se me ponía por delante. Y, además de eso descubrí una faceta muy curiosa en mi: la de poner títulos bastante penosos a las fotografías que hacía.

Para complementar las fotos, me descargaba mil aplicaciones de retoque fotográfico, pero todo a través del móvil. Y así me hinchaba de aplicar filtros, temas, cambiar intensidades, contrastes, brillos…hasta llegar al paroxismo sintiéndome un fotógrafo del carajo. Llegué incluso a firmar mis fotos, no fuese que alguien me las quisiese robar… bendito iluso…

Y lo peor no era eso. Lo peor es que los amigos me jaleaban. Celebraban cada foto que publicaba, por lo que era inevitable sentirme que de verdad era bueno. Hasta una exposición llegaron a sugerirme. Exposición que, afortunadamente no se llegó a realizar porque ahora lo recuerdo con cariño y tengo muchas de esas primeras fotos impresas y colgadas en una de las paredes de mi habitación, pero hoy por hoy mi concepto de fotografía ha cambiado mucho porque defiendo que menos es más y, aunque estoy en proceso de aprendizaje desde cero, busco siempre la sencillez de una bonita luz, una buena sombra o un espectacular blanco y negro. Pero sobre todo busco la historia que gira alrededor de cada una de las imágenes.

Como os iba contando… Tras este primer móvil, vinieron otros con mejor capacidad fotográfica hasta usar en este momento un Xiaomi Mi a1 de doble cámara que permite hacer fotos en modo manual y que me viene muy bien porque a veces hago una primera foto con el móvil en modo automático, veo los parámetros que ha usado y traslado esos mismos parámetros a la cámara para, partiendo de ahí, ir modificándolos hasta conseguir la imagen que quiero.

En todo este proceso empecé a usar las primera cámaras réflex. Una Canon prestada por mi cuñado y una Sony que me prestaba mi amiga Nuria…pero yo seguía con lo mismo, es decir, fotos en modo automático, edición a cascoporro en Photoshop y títulos infumables.

Hasta que por fin pude hacerme con mi propia cámara réflex, una Nikon 3100d con un objetivo 18-55 y un 55-200. Una cámara perfecta para iniciarse, muy ligera y que, para lo que yo necesito ahora mismo, me va a dar para algunos años.



Y, ahora, cuando tengo un rato, me gusta coger mi moto, mi cámara, mi música en los auriculares y pasearme a ver qué encuentro por ahí. Mismos lugares a diferentes horas para ver qué luces me regala el día y, sobre todo qué personajes me encuentro para fotografiar. Pidiendo siempre permiso y anotando correos electrónicos para enviarles las fotos que les hago, por supuesto… bueno, sí, y algún que otro robado para no perder la magia del momento, lo confieso.

Continuará…

sábado, 29 de junio de 2019

SÍ... ¡¡¡HE VUELTO!!!


Ha pasado mucho tiempo desde que me pasé por última vez por este rincón que creé para mi allá por 2011. Un rincón que, para mi sorpresa, os gustaba y os lo agradeceré siempre porque me hacía creerme hasta bueno escribiendo.

Y en todos estos años he pensado en volver en más de una ocasión, pero no encontraba la inspiración necesaria para escribir nada, además de tener menos tiempo que al principio. Aunque el tiempo es algo que, si se busca y hay interés en tenerlo, se encuentra. Así que eso haré, buscarlo de donde sea para dedicarle tiempo a este espacio que tantos buenos momentos me ha dado.

Lo que cambia es la temática del blog. Desde hace unos años, me ha dado por la fotografía. Es una afición que nació hace relativamente muy poco tiempo. Exactamente el mismo tiempo que llevo sin pasar por aquí. Y, no os voy a engañar…no soy buen fotógrafo…ni de coña… Es más, no me considero ni fotógrafo, pero me dio por ahí y le fui cogiendo el gusto, aunque me queda todo por aprender, porque aún sigo saliendo a la calle con mi cámara y dando palos de ciego. Probando mil configuraciones para una misma imagen. Tantas que al final ni me acuerdo que parámetros utilicé para la que considero definitiva…un desastre…

Y la putada no es solo eso. Lo peor es que hay veces que los amigos me felicitan por una foto determinada y resulta que no está hecha ni con la cámara, sino con el móvil. Y se me queda cara de estúpido pensando que la configuración automática de un teléfono móvil es mejor que yo haciendo fotos.

Y tampoco voy a ir de interesante… que disparo nosecuantasmillonesdefotos y cuando llego a casa y las descargo, al verlas me quedo con no más de 10 o 12 como mucho. Porque después queda la última parte: la edición.

Que ¿qué es la edición? Pues muy sencillo. La edición es maquillarla para que quede medianamente visible. Y eso se hace en Photoshop. Sí, lo sé, hay programas de edición fotográfica más apropiadas como Lightroom, pero todo poco a poco. Dadme tiempo para ir toqueteándolo todo como es debido.

Pensé en abrir otro blog para todo este rollo que me estoy montando, pero buscando nombres para ese blog me salían que todos estaban ocupados, lo que me demuestra que soy muy poco original en la búsqueda de nombres. Así que pensé en darle continuidad al que ya existía. Total, ya estaba todo hecho.

Lo que pretendo con este nuevo formato es compartir las mismas fotos que ya he compartido con todos vosotros en mis redes sociales y las que iré compartiendo en el futuro pero con la diferencia de tratar de añadirle una historia a cada imagen. Contaros por qué elegí fotografiar esa escena en concreto y qué historias y recuerdos me evocan.

Si os apetece, por aquí estoy.

jueves, 14 de agosto de 2014

¿Estás bien?



“Sí amigos, hay que estar en el agujero para salir del agujero, hay que vivirlo todo, pero hasta el fondo, a tope; aunque a veces duela, en la salud y en la enfermedad, todos los días de tu puta vida, para que cuando te llegue el momento, puedas gritar a boca llena: sí, amigos, yo he vivido.”

Así termina ‘The Hole’ uno de los espectáculos más completos y más divertidos que he visto sobre un escenario, cuyo mensaje vital del final hace que uno salga del teatro con las pilas puestas.

Pero sobre todo me quedo con el principio del final… “Sí amigos, hay que estar en el agujero para salir del agujero…” Porque realmente y desgraciadamente es así. Uno no sabe apreciar bien las cosas si no ha sufrido antes la carencia de las mismas. Ya sean carencias afectivas, familiares, económicas, o de cualquier otro tipo, y como me han dicho en más de una ocasión, es necesario tocar fondo para poder impulsarte hacia arriba y comenzar a salir.

Y es en esos momentos en los que estas en el agujero cuando te das cuenta de muchas cosas. Te das cuenta de que los grandes problemas que a veces nos derrumban no son más que tonterías solucionables con un poco de comunicación. Que es importante tener la cabeza alta, no por orgullo, sino para poder tener una visión más completa de todo aquello que se te pueda presentar en cualquier momento, porque, como dije en otra ocasión, hay vueltas de esquina inesperadas que pueden hacer que tu vida cambie al menos en alguno de sus aspectos, y ese cambio ayudará a mantenerte con fuerzas para afrontar el resto de problemas.

Y, por supuesto, vivir la vida a tope. Vivir con intensidad todo lo positivo que se te presente, porque, más tarde o más temprano tendrá un final, aunque ese final no será más que el principio de una nueva experiencia.

Pero, como todo en la vida, hay momentos y momentos. Y en uno de esos “momentos” estoy yo ahora. En un vaivén de emociones, ilusiones y muchos temores.

Pero no os daréis cuenta. Solo aquellas personas que más me conocéis y que siempre están dispuestas a un “¿estás bien?” son las que se enteran de si lo estoy o no.

Y no es que me preocupe que se den cuenta de si lo estoy o no. Ni soy de los orgullosos que dicen siempre que están bien porque “a mi nadie me va a ver mal”. Coño, si estoy mal, lo estoy, no me avergüenzo de ello. Eso sí, cuando me veas, me verás sonreir y me verás fuerte, porque un día aprendí de alguien muy sabio que todos tenemos problemas, pero “yo siempre te recibo con una sonrisa”. Y me verás seguro de mi mismo aunque por dentro me esté muriendo y, sobre todo cuando esa seguridad es ficticia.

Pero hay algunas personas que sólo se quedan con esa actitud ficticia de que todo me da igual y que no hay problema alguno, y ni siquiera se molestan en escarbar un poco… sólo un poco para intentar ir más allá, y te echan en cara que te das una vidorra estupenda y que ellos de mayor quieren ser como tú.

Y, además se basan en dos fotografías en las que apareces sonriente en Facebook. “¡Joder, cómo vive éste! ¡Qué bien se lo pasa!” Nada, a partir de ahora hare dos cosas, o bien no cuelgo más fotos mías en Facebook, o salgo llorando para que todos vean lo desgraciadito que soy. Porque está claro que el que no llora, no mama. Pero, ¿qué queréis que os diga? Prefiero mamar menos y mantener mi dignidad intacta. Y para eso, no me hago la víctima, ni miento para dar lástima ni ejemplo.

El año tiene muchos días, muchas horas, muchos momentos, y si me estás demostrando que me juzgas por dos fotografías, me demuestras también dos cosas: que te importo una mierda, o que eres más simple que el mecanismo de un chupete.

Además… no juzgues si no quieres ser juzgado…

Por eso, prefiero quedarme callado si alguien osa juzgarme porque no merece la pena abrir la boca frente a los que hacen juicios de valor por lo que ven en una simple primera mirada, sin ni siquiera tener el mínimo interés de una pregunta tan sencilla como un “¿estás bien?”.