No sé cuánto tiempo llevo pensando en escribir esto pero, a
pesar de tener todo el tiempo disponible durante semanas debido al estado de
alerta en el que nos encontramos, se me ha hecho difícil ya que, antes de
escribir algo me hago un esquema para no dejarme en el tintero nada de lo que
quiero decir. Pero era tal la confusión y se me agolpaban tantas ideas y
sensaciones que era imposible de ordenar.
Y no creáis que en estos momentos lo tengo más claro. Sigo
con el barullo mental, pero algún día tenía que hacerlo, así que no sé cómo saldrá.
Allá vamos…
Es todo un shock. Es todo muy extraño, porque sé que estamos
luchando contra algo, pero no lo vemos. No vemos por dónde nos puede caer la
hostia. Y, aunque pongas todas las medidas y tomes todas las precauciones, no
sabes si realmente estás cubierto, a salvo, así que lo que te queda es pensar
que tú estás poniendo todo de tu parte, pero siempre con la sensación de que en
cualquier momento te puede tocar.
Ya han pasado varias semanas, y lo tengo asumido, pero al
principio era todo muy extraño. Cada día, al despertar pensaba… ”¡¡hostias, que
estamos en esta situación!!”. Y lo más absurdo es que al ver una película o una
serie, si algún personaje decía de ir a algún sitio, yo pensaba…”¡¡pero si no
se puede salir!!”. Soy así de obediente…
Y ese es uno de los problemas que más temo. Que ya lo
tenemos tan asumido, que se puede bajar la guardia. Lo excepcional de quedarse
en casa todo el día y todos los días se ha normalizado y podemos caer en la
relajación ante las medidas de higiene, que son fundamentales.
Pero todo esto es una locura. Siempre hemos pensado en pandemias
como algo de la Edad Media, o de siglos atrás. Jamás pensábamos que algo así
podría ocurrir. Al menos no en países llamados del primer mundo. Pero si algo
ha hecho este “bicho” ha sido ponernos a los humanos en nuestro sitio.
Nos creíamos poderosos. Nos creíamos invencibles ante este
tipo de sucesos, y un simple virus, algo que no se puede ver con nuestros ojos,
nos ha puesto en jaque a todo el mundo. Pero, además, así, literal, a todo el
mundo. Y este bicho no distingue a nadie. Podemos caer cualquiera, y da igual
lo rico o pobre que seas. Da igual lo poderoso que seas. Da igual que vengas de
una familia con linaje o que te hayas hecho a ti mismo. Da igual que te hayas
preocupado por cuidarte toda tu vida o que no lo hagas. Da igual quien seas y
de dónde vengas. Si te toca, te tocó.
En mi caso, trato de cuidarme todo lo que puedo. Soy persona
de riesgo, y eso lo tengo muy presente en todo momento, así que tomo todas las
medidas habidas y por haber para evitar el contagio. El problema es que, si
antes tenías un día con dolor de cabeza y no era más que eso, un simple dolor
de cabeza, ahora no se puede evitar el temor de que ese dolor de cabeza sea
producto de algo más
El hecho de estar metido en casa tantos días se hace
complicado, pero siempre intento estar entretenido. Hago fotos en casa. Estoy
pendiente de las noticias. Intento informarme y contrastar para no caer en los
bulos. Huyo del alarmismo y las histerias. Por supuesto estoy bien abastecido
de series y películas, he retomado la cocina que la tenía algo olvidada, y
alguna que otra tarde me abandono a dejar pasar la tarde jugando a videojuegos
Aunque no me puedo quejar, porque tengo la suerte de vivir
en un sitio muy tranquilo donde un día normal hay poca gente, y es una casa, no
un piso. Eso me permite salir a la calle con facilidad, aunque sea para estar
unos minutos a dos metros de la entrada de mi casa. Y, por supuesto, paseos con
el perro, aunque sean más cortos de lo habitual.
Sobre política y sobre cómo se ha llevado esta situación en
España no voy a entrar. Me aburren ya las peleas políticas. Me aburre el “si no
estás conmigo, estás contra mi” que define a este país. ¿Qué se podría haber
hecho mejor? Sin duda, pero a todos esos que despotrican desde la comodidad de
sus casas me gustaría pedirles menos críticas y más soluciones. Porque me
parece lícito que tengas una actitud crítica, pero aporta tú una solución. No
me vale que protestes diciendo que se ha hecho mal. Dime qué harías tú. Aporta
soluciones si crees que no se hacen bien las cosas.
Y sobre la postura de la oposición…en eso sí que no me
quiero meter porque me arden las entrañas. Sólo diré algo: hay que ser muy inhumano,
muy hijo de puta y tener el alma muy negra para crear bulos y jugar con las
desgracias de las personas para conseguir rédito político. Menos banderas y más
arrimar el hombro.
Arrimar el hombro como lo están haciendo los profesionales
de la sanidad (sanidad pública SIEMPRE!!) jugándose su propia salud,
renunciando a sus descansos y sus vacaciones, doblando turno, y dejándose el
alma con escasísimos medios para sacar adelante lo que la clase política no ha
tenido huevos de sacar. Y cuando hablo de clase política no me vengáis con unos
u otros. Me refiero a toda la clase política, me da igual el signo y el color.
Y hago extensivo ese agradecimiento a los trabajadores de
los supermercados, de los kioskos, de los estancos, a los transportistas,
policía, fuerzas armadas, etc. A todos aquellos que nos hacen la vida más fácil
exponiéndose a diario para que al resto no nos falte de nada. A todos ellos, nunca
os lo podremos agradecer del todo.
Y ¿los bancos? Y, ¿la iglesia? Y, ¿el Rey? Ni se les ve. Y
no podremos esperar nada de ellos nunca, porque no somos el poder, y ellos
siempre están de ese lado, el del poder. Aunque, si algo se ha demostrado con
esta desgracia mundial es que el poder real está y estará siempre en el pueblo.
Todo el mundo, los paisanitos de a pie, nos hemos movilizado
para ayudar en lo que haga falta. Dando ánimos, información, estando pendientes
de los nuestros, ponernos a disposición de los mayores de nuestras comunidades
para ayudarles en las compras, haciendo mascarillas, poniendo a disposición de
los sanitarios las impresoras 3D para fabricar pantallas que les protejan todo
lo que se pueda, etc. Yendo todos a una, mientras a la vez cada uno lidia con
sus propias preocupaciones y las de sus familias.
Y me gustaría creer que todo esto que está pasando cambie
nuestras vidas y que deje de ser tal y como las hemos vivido hasta ahora y
darnos cuenta de que la fuerza de todos juntos es imparable. Pero me temo que
no será así. Esto pasará, y cuando todo pase, volveremos a intentar salir
adelante como buenamente podamos sin tener en cuenta al prójimo.
Pero al menos nos quedarán enseñanzas. La primera será que
lo material tiene la importancia indispensable, porque algo tan frágil como un
bicho que ni somos capaces de ver puede mandarnos a todos al carajo. Y, la
segunda es, que si nos tocan los cojones, actuamos juntos. No todos, pero sí la
mayoría.