lunes, 8 de julio de 2019

Express yourself




‘Exprésate’. Así de sencillo. No hay más, ni se puede decir tampoco más en menos.

Esta es la primera foto de las que he ido eligiendo para ir publicando en este blog porque reúne muchas de las sensaciones y características que necesito a la hora de fotografiar.

Se trata de una leyenda situada en la desembocadura de la calle Tomás Heredia con la Alameda Principal, en Málaga, claro. En lo que ahora, con un tufo snob que echa para atrás han dado por llamar ‘El Soho’ cuando eso ha sido parte del centro histórico de toda la fucking vida. Todo sea por revitalizar esa zona del centro y llenarlo más aún de turistas que engordan las cuentas del sector servicios.

Es una foto sencilla, que no necesitó de retoques más allá de los habituales de brillo y contraste y está hecha con el móvil. Pero se trata de una foto que me trae muy buenos recuerdos porque con ella retomé de forma temporal mis publicaciones en Instagram y porque además me parece un mensaje que, aunque sea sencillo, tiene mucha fuerza. ‘Exprésate’. Una sola palabra que encierra muchas actitudes y mucha personalidad.

Siéntete libre de expresarte, de dar tu opinión y que no te importe lo que piensen los demás. Sé tú mismo/a y date el valor que mereces. Que nadie te pise ni te diga lo que tienes que hacer. Sé tú mismo/a con tus aciertos y tus errores…o, como me dijo alguien, con tus aciertos y tus aprendizajes.

martes, 2 de julio de 2019

Cómo empezó todo.


Si os cuento cómo empecé a aficionarme a la fotografía, es para pegarme. Porque os podría contar una bonita historia basada en mis estudios universitarios en Historia del Arte, es decir, el gusto por lo estético, por la belleza captada en el momento preciso y mil poesías más.

También os podría contar que en el cuarto año de carrera estudié una asignatura llamada ‘Medios icónicos de masas’ que se componía de historia de la fotografía e historia del cine y que aquella asignatura me inspiró… pero todo sería una mentira muy gorda, porque nada de eso fue así.
En aquellos años yo estaba enfrascado en la música y en tocar en los grupos en los que toqué, y la fotografía me era algo muy, muy ajeno.

La primera cámara que usé fue una Zeiss Ikon de carrete que tenía mi padre, con una funda de cuero o piel que era muy dura. Supongo que sería buena cámara porque mi padre siempre fue muy pijo para sus cosas y no se compraba cualquier tontería. Le gustaba tener lo mejor siempre (se lo podía permitir). Y esa cámara me la llevaba cuando me iba de viaje con el cole o con los amigos, pero de arte o de captación de momentos especiales, nada de nada. Ni por asomo.



Mi primera cámara fue una Agfamatic que me regalaron en mi comunión allá por el año 1981. Ese era el regalo estrella en esa época. Una cámara que se cargaba abriéndola y cerrándola de forma horizontal y cuyos carretes eran de un formato especial.



Y de ahí pasé a mi primera cámara digital. Una Canon Ixus de…¡¡alucina!!, ¡¡¡¡2,1 megapixeles!!!! La conseguí pagándola cómodamente por tener cuenta en el Banco de Andalucía. Y anda que no fardaba yo nada haciendo fotos mirando por el visor digital con los brazos separados del cuerpo. La gente se me quedaba mirando porque por esos años (principios del 2000) no todo el mundo tenía una cámara digital.




Pero la usaba para lo mismo, para hacer fotos de los amigos, de la familia… Inquietudes fotográficas, cero.

Entonces… ¿de dónde me viene la afición por la fotografía? Este es el momento en el que me podéis empezar a pegar, porque empezó cuando adquirí mi primer smartphone, un Huawey ascend g730 en el 2012, y cuando descubrí una aplicación de la que mucha gente hablaba que se llamaba ‘Instagram’.

Al abrir esa aplicación empecé a ver que había gente que hacía fotos muy chulas y, como soy un culo veo, culo quiero, yo también quería hacer eso. Así que empecé a fotografiar todo lo que se me ponía por delante. Y, además de eso descubrí una faceta muy curiosa en mi: la de poner títulos bastante penosos a las fotografías que hacía.

Para complementar las fotos, me descargaba mil aplicaciones de retoque fotográfico, pero todo a través del móvil. Y así me hinchaba de aplicar filtros, temas, cambiar intensidades, contrastes, brillos…hasta llegar al paroxismo sintiéndome un fotógrafo del carajo. Llegué incluso a firmar mis fotos, no fuese que alguien me las quisiese robar… bendito iluso…

Y lo peor no era eso. Lo peor es que los amigos me jaleaban. Celebraban cada foto que publicaba, por lo que era inevitable sentirme que de verdad era bueno. Hasta una exposición llegaron a sugerirme. Exposición que, afortunadamente no se llegó a realizar porque ahora lo recuerdo con cariño y tengo muchas de esas primeras fotos impresas y colgadas en una de las paredes de mi habitación, pero hoy por hoy mi concepto de fotografía ha cambiado mucho porque defiendo que menos es más y, aunque estoy en proceso de aprendizaje desde cero, busco siempre la sencillez de una bonita luz, una buena sombra o un espectacular blanco y negro. Pero sobre todo busco la historia que gira alrededor de cada una de las imágenes.

Como os iba contando… Tras este primer móvil, vinieron otros con mejor capacidad fotográfica hasta usar en este momento un Xiaomi Mi a1 de doble cámara que permite hacer fotos en modo manual y que me viene muy bien porque a veces hago una primera foto con el móvil en modo automático, veo los parámetros que ha usado y traslado esos mismos parámetros a la cámara para, partiendo de ahí, ir modificándolos hasta conseguir la imagen que quiero.

En todo este proceso empecé a usar las primera cámaras réflex. Una Canon prestada por mi cuñado y una Sony que me prestaba mi amiga Nuria…pero yo seguía con lo mismo, es decir, fotos en modo automático, edición a cascoporro en Photoshop y títulos infumables.

Hasta que por fin pude hacerme con mi propia cámara réflex, una Nikon 3100d con un objetivo 18-55 y un 55-200. Una cámara perfecta para iniciarse, muy ligera y que, para lo que yo necesito ahora mismo, me va a dar para algunos años.



Y, ahora, cuando tengo un rato, me gusta coger mi moto, mi cámara, mi música en los auriculares y pasearme a ver qué encuentro por ahí. Mismos lugares a diferentes horas para ver qué luces me regala el día y, sobre todo qué personajes me encuentro para fotografiar. Pidiendo siempre permiso y anotando correos electrónicos para enviarles las fotos que les hago, por supuesto… bueno, sí, y algún que otro robado para no perder la magia del momento, lo confieso.

Continuará…