No sé si el problema soy yo o son los demás. El caso es que
uno es como es, con sus virtudes y sus defectos. Y seguro que más defectos que virtudes,
pero llevo una época en la que voy pasando por situaciones que, como mínimo me
sorprenden, y mucho.
Yo soy como soy. Tanto para lo bueno como para lo malo. Y,
como todos, tengo mis cargas, mis traumas, mis complejos, mis miedos, mis pavores,
mis dudas. Pero eso no quiere decir que, ni trate mal a nadie, ni traicione
confianzas, ni sea un maleducado y, ni mucho menos un desagradecido.
Y me equivoco. Muchas veces. Quizá más de las que me
gustaría. Y me jode, no porque quiera ser perfecto, ni porque mi orgullo no me
permita aceptar un error, sino porque considero que soy lo que soy gracias a
mis aciertos, pero, sobre todo a mis errores. Y, porque pienso que, si estoy
como estoy es precisamente por eso, por mis errores.
Aunque si os digo la verdad, doy gracias por haberme
equivocado, y, aunque no sea de mi agrado, espero equivocarme muchas veces más,
porque son todos esos errores los que forjan mi personalidad, mi forma de ser.
Forma de ser que, aunque suene engreído, me gusta y de la que me enorgullezco.
No soy ni más, ni menos que nadie, pero tengo algunas cosas
muy claras: cada individuo es como es, independientemente de los demás. Y por
muy malas experiencias que haya tenido con algunas personas durante mi vida, no
trato a todo el mundo de la misma manera, porque cada uno tiene sus
circunstancias, y cada uno tiene su forma de ser y de pensar.
Por eso, aunque venga de unos meses que prefiero ni pensar,
eso no quiere decir que tenga que estar de uñas con el mundo. Lo he pasado mal,
muy mal con una persona, sí. Una persona que me ha demostrado que, al final,
las cosas no son tan importantes como uno a veces las quiere ver. Una persona
que me ha demostrado con sus actos… o, mejor dicho, con sus no actos, que no
merece la pena ni el más mínimo recuerdo.
Aunque a esa persona tengo muchas cosas que agradecerle.
Agradecerle que durante una etapa me dio vida, que me hizo ver con mi comportamiento hacia ella que hay cosas en mi
que no me gustan y que peleo por cambiar. Pero sobre todo agradecerle que ha
sido mi mayor error personal y, aunque suene duro, de ahí he sacado el mejor
aprendizaje.
Sin embargo, eso no significa que si se me presentan en la
vida otras opciones u otras oportunidades, las descarte porque ayer lo pasé mal
con una experiencia anterior. Básicamente porque eso es algo que, lo único que
hace es cerrarte puertas. Es privarte de experiencias que, quizá son las que tú
demandas. Privarte de compañías que te pueden hacer bien, que te pueden aportar
y que tus propios miedos y tus frustraciones te impiden disfrutar por el simple
hecho de estar encabronado con el mundo solamente porque alguien… una persona…
te ha hecho daño…
Afortunadamente no todos somos iguales, y yo soy como soy…
trato de ser amable y educado con todos, porque así es como creo que debe ir
uno por la vida. O, como suelo decir, me gusta tratar a los demás como me gustaría
que me trataran a mi, aunque esa forma de pensar me dé más disgustos que
satisfacciones. Pero, ni voy a cambiar, ni nadie va a hacer que yo cambie ese
aspecto de mi personalidad, porque creo firmemente en ella, por muchos
sinsabores que me dé a cambio.
Como suelo decir, la vida es tan puta que no te da tregua, y
eso es lo que la hace tan divertida y tan apasionante. Y, como mencioné hace
pocos días, me quedo con una reflexión que escuché en una película, en la que
un psicoanalista le decía a su paciente que, en la vida hay tres tipos de días:
están los días malos, que, afortunadamente son pocos; los días buenos, que, por
desgracia, son pocos, y los días normales, que son la mayoría, y son con esos
días normales con los que debemos aprender a convivir. Y ahí radica el problema,
que a algunos, la monotonía nos desespera, y necesitamos incentivos en la vida…
no aprendemos a vivir con la normalidad.
Pero me rebelo. Me rebelo ante las cosas forzadas. ¡Coño!,
las cosas son mucho más fáciles. ¿Por qué tenemos esa estúpida manía de hacerlo
todo tan difícil? ¿Que estás mal? ¿Que he tenido muchos problemas? ¿Que he
pasado por momentos muy difíciles? ¡Joder, yo también! Pero intento dejar todas
esas cosas atrás, porque sé que llevar todo eso a cuestas, lo único que me va a
suponer son más problemas aún y, sobre todo, va a ser una venda en mis ojos y
en mi alma que no me va a permitir ver momentos, personas, situaciones,
detalles de la vida que son dignas de vivir o, por lo menos hacer el intento o
darse la oportunidad de conocer.
Repito, ni soy mejor, ni peor que nadie… sólo es que creo en
mi forma de ser…aunque mi mayor problema y mi mayor enemigo soy yo mismo y mi
autoestima… ¿paradójico? Sí, lo sé…
No es para tanto, aprenderás muchas cosas más, y casi todas por las malas. Y cuando no sea así, recuerda que hay cosas que es mejor no saber. Tendrá que quitarte el disfraz de Peter Pan y aceptar que ni todos los demás están preparados, ni han madurado, ni son capaces como tú. Harás malabares entre la tolerancia y la condescendencia, sin llegar a cogerle el truco nunca. En algún momento tendrás que aceptar que las mejores normas para regir tu vida son las tuyas, y que las meejores normas para los demás son obtusas. Creo que el fin último es la aceptación. Primero: de uno mismo, segundo: de los demás, tercero: de como uno es respecto a los demás, cuarto: de los demás con uno, y no se acabaría la enumeración si uno quisiera ser exhaustivo, ni falta que hace, poque se resume en aceptación.
ResponderEliminarPodría continuar explicando que no es lo mismo que resignación, que no es amor incondicional, que la aceptación no implica que tengas que quererlo ni tolerarlo, etc. Pero eso sería predicar en el desierto.
No sabes nada que no supieras antes, salvo que has comprobado las sabias palabras que Spinoza decía: la piedra quiere seguir siendo piedra, el venado seguir siendo venado, el hombre seguir siendo hombre.